Ayer encontré un video curioso en YouTube, es como un minidocumental sobre la ayahuasca, pero lo curioso es que está narrado por William S. Burroughs, es de esas cosas que encuentras de repente y te sorprenden y además, en este caso, parece que realmente es muy poco conocido. Hace pinta de estar rodado en los 70, por las imágenes y por el tono énfatico que utiliza Burroughs para la ocasión, y es posible que sea uno de los primeros documentales que existen sobre el tema. Aquí lo pongo.

Bueno, no es nada raro que el narrador sea Burroughs, porque también fue de los primeros en hablar de experiencias con ayahuasca en un libro que se publicó en el 63, «Las cartas del yage» (yage es como se llama en Colombia a la ayahuasca), en donde se recogía la correspondencia que mantuvieron con Ginsberg sobre el tema. Después de ver el video me acordé del libro, que leí en los 70 (cuando leía todo lo que encontraba de la Beat Generation) y del que solo recordaba los brutales dibujos de Ginsberg. Lo busqué, lo encontré y lo he estado leyendo otra vez.

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Burroughs viajó a Colombia y Perú en 1953, en busca de la ayahuasca y huyendo de sus problemas en México, y le fue contando el viaje a Ginsberg por carta. Siete años después, en 1960, Ginsberg viajó a Perú buscando lo mismo, y desde allí le mandó una larga carta a Burroughs contándole lo que había pasado y en que estado se encontraba, una carta que Burroughs respondió y en donde (lo he visto ahora que lo he vuelto a leer) da más claves de las que dió en las primeras cartas.

A ver, a ver, para explicarlo voy a ir copiando los trozos en que hablan de sus experiencias (aunque esto va ha hacer el post un poco largo). El primer contacto de Burroughs con la ayahuasca fue un rebote. Ha ido explicando su estancia en Colombia con el tono algo cínico y con visos de superioridad del autor de un libro de viajes, y por fin se encuentra sentado junto al «brujo», impacientándose por sus letanías. Finalmente le pasó el brebaje, «en una taza de plástico, roja y sucia», y la cosa empezó a subir.

«Dos minutos después me invadió una oleada de vértigos y la choza empezó a dar vueltas. Era como dormirse con éter o cuando uno está muy borracho, se acuesta y la cama da vueltas. Vi luces azules frente a los ojos. La choza cobró un aspecto arcaico del lejano Pacífico, con cabezas de las Islas Orientales talladas en los postes que sostenían la choza. El ayudante estaba afuera, oculto, con la intención evidente de matarme. De pronto me agarraron unas náuseas violentas y corrí hacia la puerta golpeándome en el hombro contra la Jamba de la puerta. Sentí el golpe pero no el dolor. Apenas podía caminar. No tenía ninguna coordinación. Los pies eran como bloques de madera. Vomité con violencia apoyándome contra un árbol y caí al suelo en una desamparada desdicha. Me sentía tan embotado como si hubiera estado cubierto por capas de algodón. Me esforzaba por salir de ese embotamiento y mareo, y repetía sin cesar: «Lo único que quiero es salir de aquí».

Una incontrolable incapacidad mecánica se apoderó de mí. Repeticiones hebefrénicas sin sentido. Seres larvales desfilaban ante mis ojos en una bruma azul y cada uno de ellos emitía un ruido obsceno y burlón (más tarde reconocí en esos ruidos el croar de los sapos); debo de haber vomitado seis veces. Estaba en cuatro patas, convulsionado por las contracciones de las náuseas. Oía los vómitos y los gemidos como si provinieran de algún otro. Estaba tirado Junto a una roca. Debieron pasar horas. El brujo estaba de pie a mi lado. Me quedé mirándolo largo rato antes de creer que realmente me estaba diciendo ¡»¿Quiere entrar en la casa?» Dije: «No», y él se encogió de hombros y se alejó.

Mis brazos y mis piernas empezaron a sacudirse incontrolablemente. Busqué el nembutal con mis dedos dormidos, como de madera. Debí poner diez minutos para abrir el frasco y verter cinco cápsulas. Tenía la boca seca pero de algún modo mastiqué y tragué el nembutal. Poco a poco las sacudidas espasmódicas cesaron y me sentí algo mejor y entré en la choza. Todavía seguía viendo las luces azules. Me eché y me cubrí con una manta. Tenía escalofríos como de paludismo. De pronto me sentí con mucho sueño. A la mañana siguiente me sentía perfectamente bien, salvo una cierta sensación de cansancio y un ligero estado nauseoso. Pagué al brujo y caminé de vuelta al pueblo».

La experiencia se acabó con el nembutal. Pero, contra todo pronóstico (a tenor de lo que explica), Burroughs repitió, esta vez en Perú y preparada en frío.

«La infusión en agua fría es de un color rojo claro. Esa noche bebí un litro de la infusión en el lapso de una hora. A excepción de las luces azules y de unas náuseas ligeras, que no llegaron al vómito, el efecto fue semejante al de la marihuana. Una vivida imaginería mental, efectos afrodisíacos, bobería y risas. Con esa dosis no había nada que temer, nada de alucinaciones ni de pérdida de dominio de sí mismo. Calculo que esa dosis equivalía a una tercera parte de lo que el brujo me había dado».

Después de ésto Burroughs menciona sucesivas tomas, pero ya no las explica, pasan a ser un tema lateral que aparece cuando se malogra una cita o cuando interesa destacar al compañero de viaje (un joven danés). Al final volvió a Lima y salió luego zumbando de allí.

Da la impresión de que el objetivo del viaje a quedado un poco deslucido, después de todos los sobresaltos, pero la carta siguiente es de Ginsberg, siete años después, siguiendo sus pasos. Ginsberg explica así su primera experiencia fuerte, a la que añade un dibujo:

«La primera vez —mucho más fuerte que la bebida tomada en Lima— la ayahuasca puede embotellarse para el transporte y conserva su fuerza, con tal de que no fermente —se necesita una botella bien tapada. Tomé una taza, un líquido un poco viejo, preparado hacía varios días y por consiguiente algo fermentado; me acosté y al cabo de una hora (en una choza de bambú afuera de su cabaña, donde cocina), empecé a ver o sentir lo que me
pareció el Gran Ser, o algún sentido de Eso, que se aproximaba a mi mente con una gran vagina húmeda, me acosté en ella durante un rato, la única imagen que puedo identificar es la de un gran agujero negro de la Nariz-Dios a través del cual yo atisbaba un misterio, y el agujero negro rodeado por toda la creación, en especial, serpientes de colores, todo real.

Su sentido era de tal manera real que me pareció ser de algún modo lo que esa imagen representaba. El ojo es una imagen imaginaria, que da vida al cuadro. También una gran sensación de bienestar en mi cuerpo, nada de
náuseas. Se prolongó en distintas fases unas dos horas, los efectos pasaron al cabo de tres horas, la fantasía misma duró desde tres cuartos de horas después de haber bebido hasta dos horas y media más tarde  aproximadamente. Regresé y hablé con el Maestro, le di treinta y cinco soles (un dólar y medio) por sus servicios y hablé con él sobre el peyote y el LSD».

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Ginsberg habla de algo de lo que Burroughs no había hablado, de una presencia que interpreta como el Gran Ser, con una vagina parece que bastante confortable. En el dibujo aparece efectivamente una vagina, y un agujero negro con un ojo en el centro, todo bien acompañado. Pero es la siguiente experiencia la que Ginsberg explica más detalladamente, con el estilo torrencial y superlativo de sus poemas (y nuevo dibujo):

» En todo caso, para abreviar, volví a una reunión formal de grupo anoche en sus chozas; esta vez el líquido estaba recién preparado y fue ofrecido con toda ceremonia; el maestro entonó una tierna letanía (y sopló humo de cigarrillo o de pipa sobre el borde de la taza) durante unos minutos antes, (una taza de hierro esmaltado, recuerdo tu taza de plástico), luego yo encendí un cigarrillo y eché una bocanada de humo sobre la taza y bebí. Vi una estrella fugaz —aerolito— antes de «irme» y una luna llena, y él me sirvió primero y luego me acosté esperando Dios sabe qué otras visiones placenteras y luego empecé a «elevarme» y luego todo el maldito Cosmos enloqueció a mi alrededor, creo que lo más fuerte y lo peor que haya tenido (todavía reservo las experiencias de Harlem, siendo Naturales, en suspenso. El LSD era la Perfección pero no me llegó tan profundamente ni tan horriblemente adentro). Primero comencé a comprender que mi preocupación por los mosquitos y los vómitos era una tontería ya que existía la gran cuestión de la vida y la Muerte.
Me sentí frente a la Muerte, mi cráneo en mi barba sobre el jergón sobre el porche moviéndose de un lado a otro y deteniéndose finalmente como en una reproducción del último movimiento físico que hiciera antes de quedar inmóvil en la verdadera muerte… tuve náuseas, salí corriendo y empecé a vomitar, todo cubierto de serpientes, como un Serafín Sierpe, con serpientes de colores en una aureola alrededor de mi cuerpo, me sentía como una serpiente vomitando el universo o un jíbaro con tocado de colmillos que vomitara al comprender el Asesinato del Universo, mi muerte próxima, la muerte próxima de todos, todos sin preparar, yo sin preparar, todo a mi alrededor en los árboles el ruido de esos animales espectrales y los otros que habían bebido vomitando (parte normal de las sesiones de Cura) en la noche en su horrible soledad dentro del universo, vomitando su voluntad de vivir, de ser conservados en este cuerpo, casi… Volví y me recosté, se acercó Ramón muy tierno y solícito (no había bebido, actúa como una especie de ayudante para auxiliar a los pacientes) y me preguntó si estaba OK y «bien mareado» (¿bien y mareado?) Dije «Bastante» y volví a escuchar al espectro que se estaba aproximando a mi mente… La choza íntegra parecía rayada de presencias espectrales todas ellas sufriendo transfiguraciones al contacto de una Cosa Única misteriosa que era nuestro destino y que tarde o temprano habría de matarnos —mientras el curandero entonaba una letanía, manteniendo un canto muy simple suave, repetido y luego cambiante, especie de consuelo, Dios sabe que significaba— parecía significar algún punto de referencia con el que yo era incapaz aún de entrar en contacto… Yo estaba asustado y simplemente estaba tirado con oleadas tras oleadas que pasaban sobre mí de temor a la muerte, terror, hasta que apenas lo podía soportar, no quería buscar refugio rechazándolo como una ilusión, porque era demasiado real y familiar, en especial como ensayo del Ultimo Minuto de la Muerte, la cabeza moviéndose de un lado al otro sobre la manta y finalmente deteniéndose en la última posición de inmovilidad y resignación sin esperanza de Dios sabe qué Destino, para mi ser, sentí el alma completamente perdida extraviada, fuera del
contacto con alguna Cosa que parecía estar presente; finalmente tuve la sensación de que podría hacer frente a la Cuestión allí mismo en ese momento, y elegir entender y morir, a abandonar mi cuerpo para que lo
encontraran por la mañana —supongo que para congoja general— no podía soportar dejar a Peter y a papá tan solos —con miedo de morir sin embargo entonces— y así no aproveché la Oportunidad (si es que había una Oportunidad, tal vez la hubiera en alguna forma) —también como si todo el mundo en la sesión estuviera en contacto radio telepático central con el mismo problema, el Gran Ser en nuestro interior… Volví de vomitar vi a un hombre con las rodillas sobre el pecho pensé que veía como rayos X su cráneo comprendí que estaba acurrucado ahí como en una mortaja (una toalla sobre la cara como protección contra los mosquitos), que sufría la misma prueba y escisión… Pensé en gente, vi sus imágenes con claridad, tú —misterioso, sabes al parecer más que lo que yo ahora sé y ¿por qué no comunicas o no puedes o yo lo he ignorado?.. . Simón como un ángel en su aniquilación de la vanidad y originando nueva vida en sus hijos. «Si llega alguna noticia interplanetaria», dijo, «yo seré el primero en trasmitirla por los alambres de modo tal que no la estropeen». Francine su mujer, una especie de Serafín Mujer, todas las mujeres (como todos los hombres) lo mismo, criaturas espectrales puestas aquí misteriosamente para vivir, para ser los Dioses vivientes y sufrir la crucifixión de la Muerte como Cristo, pero que se pierden o mueren en su alma o entran en Contacto y originan nuevo nacimiento para la continuación del Proceso del Ser (aunque ellos mismos mueran, ¿o no?) —y yo perdido y el pobre Peter que depende de mí para algún Cielo que no tengo, perdido— y sigo rechazando las mujeres que acuden a cuidarme —decidí tener hijos de algún modo, una revolución en la Alucinación— pero el sufrimiento era casi cuanto podía soportar y el pensamiento de más sufrimiento todavía más profundo por venir me hizo desesperar … me sentí, me sigo sintiendo, como alma perdida rodeada por ángeles custodios (Ramón, el Maestro, tú, todo el Mundo Corriente de los Mortales)— y mi pobre madre que murió Dios sabe en que estado de sufrimiento, no lo puedo soportar… vomité de nuevo (Ramón se había acercado y me indicó que vomitara fuera de la galería en que me hallaba tirado, si tenía que hacerlo de nuevo, una situación amable muy cuidadosa).

Quiero decir, es éste un buen grupo —recuerdo que tú decías cuida de quién es la visión que tienes— pero Dios sabe que no sé a quién dirigirme finalmente cuando espiritualmente las Fichas se hayan terminado y tenga que depender de mi propia memoria de Serpiente de las Alegres Visiones de Blake, o no depender de nada y entrar como nuevo —¿pero entrar dónde? ¿la Muerte?, y en ese momento, todavía vomitando, sintiéndome como un Gran Serafín— sierpe perdido que vomita con conciencia de la Transfiguración que había de venir, con el sentido Radio telepático de un Ser cuya presencia yo no había todavía percibido completamente, demasiado horrible para mí, todavía, para aceptar el hecho de la comunicación total con digamos todo el mundo, un
serafín eterno macho y hembra a la vez, y yo un alma perdida en busca de ayuda… muy lentamente la intensidad comenzó a amenguar, yo incapaz de moverme en ninguna dirección espiritualmente, no sabiendo a quien buscar, o qué buscar, sin suficiente confianza en él para preguntar al Maestro —aunque en la visión de la escena era él quien lógicamente era el Espíritu Oficiante local en quien se debía confiar, si en alguien se debía —me acerqué y me senté junto a él (como lo sugirió amablemente Ramón) para ser «soplado»— es decir él entona una canción para curar tu alma y sopla humo hacia ti, una presencia más bien consoladora, aunque para ese entonces el miedo agudo había pasado… cuando eso pasó me levanté y cogí el pedazo de tela que había
llevado contra los mosquitos y me fui a casa a la luz de la luna con el gordo Ramón, quien dijo cuanto más uno se satura con ayahuasca más hondo se llega, se visita la luna, se ve a los muertos, a Dios, se ve a los Espíritus de los Árboles, etc.
Casi no me animo a volver, temeroso de alguna locura real, un Universo Cambiado permanentemente cambiado, aunque creo que tendrá que cambiar para mí algún día, mucho menos como antes fue planeado, ir río arriba seis horas para beber con una tribu india, supongo que iré, entre tanto aguardaré aquí otra semana en Pucalpa y tomaré algunas veces más con el mismo grupo… desearía saber si hay alguien con quien trabajar que sepa, si alguien sabe, quien soy o qué soy. Desearía recibir noticias tuyas. Creo que estaré aquí lo bastante como para que me llegue una carta, escribe.

Allen Ginsberg

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Bueno, Ginsberg explica más que Burroughs, quizá porque le puede preguntar lo que le desconcierta, cosa que Burroughs no podía hacer. Hay un trozo brutal, cuando rechaza entender y morir y se da cuenta que está desaprovechando la oportunidad. Pero el estado de ánimo de Ginsberg se hace todavía más evidente en la postdata que añade:

«Si me voy de aquí antes de dos semanas y llega carta me será despachada de
inmediato a Lima de modo que sabré de ti allí pero de veras quiero saber de ti
Bill de modo que por favor escribe y aconséjame lo que puedas si puedes. Yo
no sé si me estoy volviendo loco o no y es difícil enfrentar más —aunque
supongo que seré capaz de protegerme tratando a esa conciencia como una
ilusión temporal y de volver a la conciencia normal temporal cuando el efecto
pase (comencé a atisbar el llamado del Vudú haitiano), pero esta alteración
casi esquizofrénica de la conciencia es terrible, y también la sensación de no
saber a quién, personalmente, a mi alrededor confiarme. Había tomado
disposiciones para llevar algo conmigo a NY pero casi tengo miedo, yo no soy
un curandero, yo mismo estoy perdido y tengo miedo de causar a otros, como
Peter, una pesadilla que no pueda detener.
No sé como te suena todo esto a ti pero tú me conoces bastante bien
así que escribe, rápido, por favor.
Todo está OK, supongo, en caso de que todo esto te inquiete
innecesariamente, que andaré bien…
Cariños

Y es aquí cuando contesta Burroughs con lo que no ha explicado en sus cartas, con un estilo ya alejado de las crónicas de un literato viajero y más próximo al breve y tajante del «Naked lunch»:

«Querido Allen;
No hay nada que temer. Ves adelante. Mira. Escucha. Oye. ¿Tu conciencia
ayahuasca es más válida que la «conciencia normal?» ¿La «conciencia nor-
mal» de quién? ¿Para qué volver a ella? ¿Por qué te sorprendiste al verme?
Estás siguiendo mis pasos. Conozco tu camino. Y sí, conozco la región mejor
que tú. Más de una vez traté de decirte de comunicarte lo que sabía. Tú no
quisiste o no pudiste escucharme. «No puedes mostrar a nadie lo que él no ha
visto». Brion Gysin * en nombre de Hassan Sabbah. ¿Escuchas ahora? Toma
la copia adjunta de esta carta. Corta el papel a lo largo de las líneas. Vuélvela
a armar colocando la sección uno junto a la sección tres y la sección dos junto
a la cuatro. Léela entonces en voz alta y oirás Mi Voz. ¿La voz de quién?
Escucha. Corta y vuélvela a armar en cualquier combinación. Lee en alta voz.
Yo no puedo elegir sino oír. No pienses sobre ello. No teorices. Ensaya. Haz
lo mismo con tus poemas. Con cualquier poema cualquier prosa. Ensáyalo.
Quieres «Ayuda». Aquí está. Recoge de allí. Recuerda siempre. «Nada es
Verdad. Todo está permitido». Ultimas palabras de Hassan Sabbah El Viejo
De La Montaña».

«No hay nada que temer», ése es el mensaje de Burroughs a Ginsberg desde Londres (después de haber pasado por Tánger), aunque luego lo apaña con lo que le interesa en ese momento, la técnica del cut-up. Hay algo que quedó sin explicar en las cartas de Burroughs y que aparece en su respuesta a Ginsberg: la ayahuasca no pasó a ser un tema lateral en su viaje, sino que quizá el silencio respondió al mismo desconcierto que luego le explicaba Ginsberg. Su respuesta parece indicar que fue más allá de lo que explicó, de hecho, uno de los resultados del viaje de Burroughs fue el viaje de Ginsberg, a pesar de que no le pudo acabar de comunicar lo que sabía.